Thursday, August 4, 2011

Del Perdón...

Todos queremos ser felices, y ser felices, es nuestra responsabilidad.

Leí por ahí, que somos responsables de nuestra propia felicidad, que sólo podemos lograrla por nosotros mismos. Que si somos infelices, tenemos que dejar de culpar a los otros por nuestra infelicidad y buscar la causa en nuestro propio interior. Bien, es un pleito interno entre el gran trabajo que hicieron nuestros padres y nuestra conciencia. Porque creo que todos tenemos algo que reprocharle a: la vida o a: alguien, y lo que nos han enseñado, es que: "hay que perdonar a quien te ha hecho daño??!!"

Quién no tiene en su interior un quejido de dolor? Son tantas las heridas que en el tiempo vivido podemos recibir, que podríamos estar el resto de lo que nos queda de la misma, enumerando. Es un conflicto de pasiones encontradas, que retuercen lo bueno de adentro y desemboca en lo más escabroso de la palabra y el hecho, convirtiéndolo en un: "pero yo, no quiero olvidar. Pero yo, quiero hacerle pagar. Pero, fué demasiado, y aún así me dicen que tengo que dejar pasar la página?". Somos víctimas sin consuelo, que con el estandarte del derecho mayor, tenemos que compensarnos por el daño recibido. Con ahínco, con la mayor de las justicias, debemos hacer pagar al otro por su pecado y por lo infelices que somos, por: su culpa! Y en eso, se nos va la vida.

Será que uno de los grandes factores para llegar a ser felices es: el perdón?

No es cosa fácil. Cuando hemos recibido una palabra dura o un gesto poco amable. Los que han sufrido acoso y maltrato. O si nos referimos a todos aquellos que han sido víctimas de alguna forma de persecución y violencia, no pueden más que pensar en el odio y el deseo de vengarse. No es fácil perdonar, cuando las heridas del pasado están frescas, o nuestra mente, no las deja "envejecer", para que sea posible: "olvidar-las".

Hay que estar alertas para no buscar resarcir las afrentas recibidas, dejándonos llevar por un orgullo, que convertido en soberbia, sin lugar a dudas, nos podría llevar hacia el camino de una: auto-destrucción. Es difícil deslastrarse de esas memorias, que están afincadas como agujas en la mente. El perdón, es una decisión muy personal, íntima y absolutamente propia, así como lo es, la decisión de ser felices, para no terminar nuestras vidas en el pozo profundo de la amargura, la tristeza y la soledad. Para los cristianos, es lo que mandan las escrituras, basadas en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, cuando nos enseñan, que el amor de Dios es infinito y su perdón para con nosotros no tiene límites.

Pero volviendo a nosotros, los humanos imperfectos. Esto no quiere decir, que hay que olvidar. Esto no quiere decir, que ha perdido el derecho de hacer justicia (no venganza), la persona ofendida. Es sólo que: no haré una hoguera con los restos de tu arrepentimiento, pero estaré alerta para no volver a exponerme, y para mi sanación, buscaré la forma de cerrar mis heridas.

Pero, para qué el perdón?

El perdón, es curativo, es el gran pacificador del alma. Cuando no perdonamos, somos presos en el cuarto oscuro y amargo del rencor.

Perdonarnos a nosotros mismos?

Si, así es, es parte de esa desintoxicación que nos merecemos al final de cuentas. No podemos pasar la vida entristecidos, por el reproche de lo que no hicimos, por el gesto equivocado, o la palabra que no dijimos. No es sano que permanezcamos en penitencia eterna, siendo jueces implacables de nuestras propias debilidades. El perdonarnos a nosotros mismos, no nos absolverá de nuestra falta, asi como el perdonar, tampoco a nuestros ofensores, pero nos dará el coraje para continuar. Previa humildad, nos perdonarémos a nosotros mismos, conseguiremos parte de esa felicidad buscada y aumentaremos la capacidad de ofrecer perdón.

No podemos cambiar lo pasado, pero si podemos trabajar para erradicar las pasiones del resentimiento y obtener un presente sano y un futuro libres, de la pesada carga del rencor.

Perdonar, no es debilidad, perdonar es: liberación!

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