"En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo...."
En las comunidades cristianas, el bautismo es el rito mediante el cual, a través del derramamiento del agua bendita sobre la cabeza del bautizado, se le libera del pecado original, para así, dar inicio a una vida por los caminos de Cristo.
Antiguamente, sólo eran bautizados los adultos, los cuales eran sumergidos en las grandes fuentes o piscinas bautismales de los templos. Posteriormente, se comienza a bautizar a los niños, comprometiendo a los padres a servir de guías para llevarlos por una vida en cristiandad.
A través de los tiempos se han practicado diferentes tipos de bautismos: el de aspersión, donde el bautizado es salpicado con el agua bendita. El de inmersión, el cual es considerado el rito bautismal más significativo. El derramamiento del agua, siendo éste, el de costumbre más generalizada en nuestros días, aunque algunas iglesias aún conservan la práctica de la inmersión para sus bautizados.
Creo que diré que a mí me gusta más el de inmersión, por su gran significado, cuando Jesús fué bautizado en las aguas del Río Jordán por Juan "el Bautista", aquel que según los Evangelios... "llevaba la ropa hecha de pelo de camello y se la sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero y comía langostas y miel del monte... " y quien se hacía llamar a sí mismo: "la voz que clama en el desierto", pues habló en su nombre, y es de quien Jesús recibe las aguas bautismales, y cuyo apostolado era: el bautismo como penitencia para la sanación del alma y el perdón de los pecados. Y quien proclamaba: "Después de mí, vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua; pero él, los bautizará con el Espíritu Santo" (Evangelio Según San Marcos).
Para la Iglesia Católica, el bautismo es considerado un Sacramento, lo que quiere decir que el bautizado: recibe la gracia invisible de Dios.
Sea por inmersión, sea por derramamiento del agua, yo quiero pensar que nacemos sin mancha y que todos cabemos en la casa de Dios, los que creen y los que no.
Es un tema largo, y si sigo, no me alcanzará el blog, así que mejor, a lo nuestro....
Cuando éramos niños, jugar al papá y a la mamá, creo que lo hemos hecho todos, o casi todos, incluyendo a nuestros hermanos varones, a quienes pedíamos el favor de caracterizar los personajes masculinos, para que quedara bien establecida la familia en juego. Por supuesto, las muñecas eran el personaje principal en el papel de hijas. Ahora bien... de allí, a pensar en bautizarlas!
Una de las manifestaciones de la cultura popular de muchos pueblos alrededor del mundo es: el bautizo de las muñecas. Actividad que consiste, en hacer una parodia del rito bautismal cristiano y que forma parte de las costumbres tradicionales de algunos pueblos. En algunas partes, se realizan parodias cargadas de colorido y animosidad, pasando a formar parte del surtido folklore de estos lugares. En ocasiones, durante el rito, se vierte licor en lugar de agua sobre la muñeca, para luego, en franco ambiente festivo, degustar las delicias culinarias que ofrecen los lugareños. Aunque con el pasar del tiempo y la modernidad, estas festividades folklóricas han ido desapareciendo, quedando sólo en la memoria de algunos mayores.
Pero así fué: "bauticemos a la muñeca!" dijimos, y acto seguido, nos pusimos manos a la obra.
Muy temprano por la mañana, nos repartimos invitaciones entre nosotros mismos. Despejamos un saloncito que estaba contiguo a la cocina, el cual usualmente, utilizábamos para desayunar. Armamos un altar sobre la mesa. Nuestro altar contaba con: velas, flores y cortinitas de tul. Despejamos la estancia y acomodamos todo: sillas, altar, flores. Todo listo para el gran día. Uno de mis hermanos, sería el "sacerdote", quien para la ocasión, hizo gala de una larga bata blanca, normalmente utilizada en los menesteres de cosmetología de nuestra señora madre. Mi hermana y mi hermano mayor, serían los "padrinos" de la muñeca.
Nos vestimos para la ocasión. Los muchachos: regios y elegantes; las niñas: de encajes y zapatitos de charol. Nuestra bautizada: una muñeca hermosa, con la que solíamos jugar. Tenía unos grandes ojos marrones y rizos bronceados. Vestía zapatos blancos con mediecitas caladas y un vestidito color de cielo que terminaba en una vaporosa faldita con dobladillo de encajes. La llamaríamos: Teresa.
Se habían colocado las sillas todas alineadas, con pasillo en el medio "cual iglesia", para sentarnos a presenciar la ceremonia. Todo respiraba un entorno estrictamente apegado a las normas religiosas. Compramos unas pastillitas de menta, que serían "las hostias".
Recuerdo que hubo entrada triunfal y todo, con mi hermano "el cura" a la cabeza, y nuestra madre al piano, quien nos prestó todo su apoyo para la puesta en escena. Mi hermana mayor, era la "mamá-madrina" de la muñeca y la llevaba en brazos, y el "padrino" caminaba a su lado. Todos los demás los seguimos en la marcha hacia el altar. Los padrinos se sentaron en dos sillas colocadas en la parte delantera, frente al altar, mientras mi hermana menor y yo los observábamos con admiración.
Después de la circunspecta marcha de entrada, "el sacerdote" procedió a realizar la ceremonia, muy protocolar por cierto. Con la formalidad de rigor, se plantó ante el altar de espaldas a nosotros. Con sobriedad absoluta, hizo una reverencia, para luego, dar la cara hacia su feligresía, quienes desde nuestras sillas y con gran respeto, atendíamos sus palabras, las cuales no recuerdo para nada, pues lo que en mi memoria quedó impresa fué: la impactante seriedad del "cura" y su delgada figura literalmente arropada con su bata blanca, por donde un poco más abajo, asomaban unas flacuchentas piernas, cubiertas hasta la mitad por unas arrugadas medias que se agrupaban en sus tobillos, para finalizar en sus lustrosos zapatos marrones.
Con una taza pequeñita, procedente de los enseres de la cocina de nuestra querida madre, procedió a verter el agua en la cabecita de la muñeca. Todos estábamos mudos, ante la majestad de tan importante acontecimiento. Casi podíamos escuchar música de iglesia......
Mi hermano bendijo la muñeca y dijo: " Teresa, yo te bautizo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén... "
En el salón, silencio absoluto.... La luz del mediodía ya atisbaba por las ventanas, atestiguando la majestad del momento. Fijas las miradas, mis hermanos y yo nos quedamos absortos observando y siendo, los testigos inmutables de tan magnánimo acontecimiento, cuando nuestra Teresa, recibía el agua del "rito bautismal" en aquel juego de niños.... "El sacerdote", nos dió a todos la comunión (las pastillitas de menta), la cual recibimos con gran respeto.
Al finalizar la ceremonia, sentíamos que flotábamos. Abandonamos la estancia, casi que al compás de acordes celestiales, embebidos de una espiritualidad que nos embargaba el alma, de la cual nos sustrajo, el festejo con galletitas y refrescos. No pasó mucho tiempo cuando ya corríamos a jugar a las escondidas, tras los árboles, al fondo del patio de la casa.....
Son imágenes vivas de aquellos tiempos en la casa de nuestros padres, cuando listos para el juego y la travesura, mezclábamos los juegos infantiles con la seriedad del fervor religioso. Al final de cuentas, todos fuimos partícipes de aquella ocurrencia.
".... la madrina, llevaba abrazada a la muñeca, rodeándola con sus brazos, tal cual como se abraza a un bebé, pues así era nuestra Teresa, robusta y rosagante, como si fuera real.... "
En las comunidades cristianas, el bautismo es el rito mediante el cual, a través del derramamiento del agua bendita sobre la cabeza del bautizado, se le libera del pecado original, para así, dar inicio a una vida por los caminos de Cristo.
Antiguamente, sólo eran bautizados los adultos, los cuales eran sumergidos en las grandes fuentes o piscinas bautismales de los templos. Posteriormente, se comienza a bautizar a los niños, comprometiendo a los padres a servir de guías para llevarlos por una vida en cristiandad.
A través de los tiempos se han practicado diferentes tipos de bautismos: el de aspersión, donde el bautizado es salpicado con el agua bendita. El de inmersión, el cual es considerado el rito bautismal más significativo. El derramamiento del agua, siendo éste, el de costumbre más generalizada en nuestros días, aunque algunas iglesias aún conservan la práctica de la inmersión para sus bautizados.
Creo que diré que a mí me gusta más el de inmersión, por su gran significado, cuando Jesús fué bautizado en las aguas del Río Jordán por Juan "el Bautista", aquel que según los Evangelios... "llevaba la ropa hecha de pelo de camello y se la sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero y comía langostas y miel del monte... " y quien se hacía llamar a sí mismo: "la voz que clama en el desierto", pues habló en su nombre, y es de quien Jesús recibe las aguas bautismales, y cuyo apostolado era: el bautismo como penitencia para la sanación del alma y el perdón de los pecados. Y quien proclamaba: "Después de mí, vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua; pero él, los bautizará con el Espíritu Santo" (Evangelio Según San Marcos).
Para la Iglesia Católica, el bautismo es considerado un Sacramento, lo que quiere decir que el bautizado: recibe la gracia invisible de Dios.
Sea por inmersión, sea por derramamiento del agua, yo quiero pensar que nacemos sin mancha y que todos cabemos en la casa de Dios, los que creen y los que no.
Es un tema largo, y si sigo, no me alcanzará el blog, así que mejor, a lo nuestro....
Cuando éramos niños, jugar al papá y a la mamá, creo que lo hemos hecho todos, o casi todos, incluyendo a nuestros hermanos varones, a quienes pedíamos el favor de caracterizar los personajes masculinos, para que quedara bien establecida la familia en juego. Por supuesto, las muñecas eran el personaje principal en el papel de hijas. Ahora bien... de allí, a pensar en bautizarlas!
Una de las manifestaciones de la cultura popular de muchos pueblos alrededor del mundo es: el bautizo de las muñecas. Actividad que consiste, en hacer una parodia del rito bautismal cristiano y que forma parte de las costumbres tradicionales de algunos pueblos. En algunas partes, se realizan parodias cargadas de colorido y animosidad, pasando a formar parte del surtido folklore de estos lugares. En ocasiones, durante el rito, se vierte licor en lugar de agua sobre la muñeca, para luego, en franco ambiente festivo, degustar las delicias culinarias que ofrecen los lugareños. Aunque con el pasar del tiempo y la modernidad, estas festividades folklóricas han ido desapareciendo, quedando sólo en la memoria de algunos mayores.
Pero así fué: "bauticemos a la muñeca!" dijimos, y acto seguido, nos pusimos manos a la obra.
Muy temprano por la mañana, nos repartimos invitaciones entre nosotros mismos. Despejamos un saloncito que estaba contiguo a la cocina, el cual usualmente, utilizábamos para desayunar. Armamos un altar sobre la mesa. Nuestro altar contaba con: velas, flores y cortinitas de tul. Despejamos la estancia y acomodamos todo: sillas, altar, flores. Todo listo para el gran día. Uno de mis hermanos, sería el "sacerdote", quien para la ocasión, hizo gala de una larga bata blanca, normalmente utilizada en los menesteres de cosmetología de nuestra señora madre. Mi hermana y mi hermano mayor, serían los "padrinos" de la muñeca.
Nos vestimos para la ocasión. Los muchachos: regios y elegantes; las niñas: de encajes y zapatitos de charol. Nuestra bautizada: una muñeca hermosa, con la que solíamos jugar. Tenía unos grandes ojos marrones y rizos bronceados. Vestía zapatos blancos con mediecitas caladas y un vestidito color de cielo que terminaba en una vaporosa faldita con dobladillo de encajes. La llamaríamos: Teresa.
Se habían colocado las sillas todas alineadas, con pasillo en el medio "cual iglesia", para sentarnos a presenciar la ceremonia. Todo respiraba un entorno estrictamente apegado a las normas religiosas. Compramos unas pastillitas de menta, que serían "las hostias".
Recuerdo que hubo entrada triunfal y todo, con mi hermano "el cura" a la cabeza, y nuestra madre al piano, quien nos prestó todo su apoyo para la puesta en escena. Mi hermana mayor, era la "mamá-madrina" de la muñeca y la llevaba en brazos, y el "padrino" caminaba a su lado. Todos los demás los seguimos en la marcha hacia el altar. Los padrinos se sentaron en dos sillas colocadas en la parte delantera, frente al altar, mientras mi hermana menor y yo los observábamos con admiración.
Después de la circunspecta marcha de entrada, "el sacerdote" procedió a realizar la ceremonia, muy protocolar por cierto. Con la formalidad de rigor, se plantó ante el altar de espaldas a nosotros. Con sobriedad absoluta, hizo una reverencia, para luego, dar la cara hacia su feligresía, quienes desde nuestras sillas y con gran respeto, atendíamos sus palabras, las cuales no recuerdo para nada, pues lo que en mi memoria quedó impresa fué: la impactante seriedad del "cura" y su delgada figura literalmente arropada con su bata blanca, por donde un poco más abajo, asomaban unas flacuchentas piernas, cubiertas hasta la mitad por unas arrugadas medias que se agrupaban en sus tobillos, para finalizar en sus lustrosos zapatos marrones.
Con una taza pequeñita, procedente de los enseres de la cocina de nuestra querida madre, procedió a verter el agua en la cabecita de la muñeca. Todos estábamos mudos, ante la majestad de tan importante acontecimiento. Casi podíamos escuchar música de iglesia......
Mi hermano bendijo la muñeca y dijo: " Teresa, yo te bautizo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén... "
En el salón, silencio absoluto.... La luz del mediodía ya atisbaba por las ventanas, atestiguando la majestad del momento. Fijas las miradas, mis hermanos y yo nos quedamos absortos observando y siendo, los testigos inmutables de tan magnánimo acontecimiento, cuando nuestra Teresa, recibía el agua del "rito bautismal" en aquel juego de niños.... "El sacerdote", nos dió a todos la comunión (las pastillitas de menta), la cual recibimos con gran respeto.
Al finalizar la ceremonia, sentíamos que flotábamos. Abandonamos la estancia, casi que al compás de acordes celestiales, embebidos de una espiritualidad que nos embargaba el alma, de la cual nos sustrajo, el festejo con galletitas y refrescos. No pasó mucho tiempo cuando ya corríamos a jugar a las escondidas, tras los árboles, al fondo del patio de la casa.....
Son imágenes vivas de aquellos tiempos en la casa de nuestros padres, cuando listos para el juego y la travesura, mezclábamos los juegos infantiles con la seriedad del fervor religioso. Al final de cuentas, todos fuimos partícipes de aquella ocurrencia.
".... la madrina, llevaba abrazada a la muñeca, rodeándola con sus brazos, tal cual como se abraza a un bebé, pues así era nuestra Teresa, robusta y rosagante, como si fuera real.... "
0 comments:
Post a Comment